NAVIDADES NEGRAS

7 Enero 2013 , Escrito por lacosanostra

Las Navidades blancas son en realidad negras, oscuras, nocturnas, llenas de noches viejas, de noches buenas, de noches nuevas con reyes y luces parpadeantes que titilan de frio nocturno. Una serenata de pavos, lentejuelas, cánticos, uvas, con borrachera de mazapán, champán y nostalgia, todo ello envuelto en papel de celofán colorido y dulce. Doce noches lunares, pasmadas, finales, de un tiempo etéreo que se va cuando llega. Tiempo de doce uvas, del final y el principio, el alfa y omega de los doce meses de un año preñado. La hora de las doce estrellas del Belén cuando canta el gallo de las doce, anunciando el día venturoso y natal. Las doce del final de la cabalgata, cuando los Reyes hacen su entrada real por la ventana para dejar su estela aurea, solar en la noche despierta de sueños. Doce campanadas que anuncian la terminación del hechizo, el regreso sin carroza de una cenicienta triste de harapos.

Las navidades están hechas de noches, docenas y estrellas de cola larga, de resacas con boca pastosa de turrón, villancicos, guirnaldas y jaqueca de sueño, que dejan un poso amargo, triste de ausencias, cargado de gentes que llenan su vacío con bolas, regalos, sonrisas y roscones. Oscuridad, hoguera, nieve de portal de Belén con un niño que nos mira desde su desnuda distancia, todo ojos, llanto y rabia.

Días nocturnos de lamparillas rojas, que dejan huella puntual, un rastro melancólico que acaba en los eneros de luz, con sol limpio, empinado de cuestas, quieto, mortuorio, eterno. Un paisaje de nieve antigua, sucia y pisada que se hace dura en la madrugada del retorno a la rutina, el hábito y la regla.

Regresando a la oscuridad no dejo de preguntarme qué son exactamente estas fiestas, estas noches de encuentros, de hadas y mitos sino un ritual sacro de natalidad divina. El niño de una familia de inmigrantes nace en medio del campo, huyendo de la muerte, abandonado, desterrado y pobre, con esa pobreza digna del que no debe a nadie, con esa riqueza pura del que tiene en las manos su fuerza, cargada de artesanía laboriosa y menestral. Esa sencillez que hace rico a quien nada necesita, desnudo de ornamentos, saciado con el agua del pozo y el pecho materno. La nada como riqueza, el brazo como instrumento, la naturaleza como ejemplo.

De esa primera Navidad a la que hoy dejamos, un abismo de luces, purpurinas, burbujas, cenas, lazos, bolas y nostalgias nos separan.

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