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Nuestra bandera
Comenzamos el curso en el otoñal mes de octubre, tal como hacíamos los universitarios de antaño. Curso nuevo con viejos temas: el paro sigue asfixiando con sus seis millones de sogas. Mejoran las cosas en las alturas, donde baja la prima, sube la bolsa, exportamos más y saneamos los bancos, pero a pesar de todo siguen sin soltar un euro para pymes e hipotecas.
El rey vuelve a pasar la ITV de su cadera, tan maltrecha como la institución misma. Tan sólo el nuevo Papa nos muestra por donde debe ir caminando la Iglesia, sin papa-móvil ni zapatos rojos, un buen ejemplo para volver a los auténticos orígenes del cristianismo.
Colean los bárcernas, eres y gurteles, aunque se frotan las manos tras comprobar la benevolencia de la justicia con los corruptos y saqueadores de Marbella, sospechosa generosidad hacia ladrones de guante blanco. ¿Qué les pasa a los jueces de éste país? Pero lo peor viene de los cansinos nacionalistas. Más y su cargante victimismo reivindicativo nos amargan diariamente el café matutino sacando sus banderas a pasear. ¡Hasta cuando Dios mío, hasta cuando!
Los vascos se suman a la fiesta de las banderitas mientras el estado esconde la de todos. Nuestra bandera ya sólo aparece en los exitosos eventos deportivos internacionales que como, afortunadamente, son muchos es más conocida fuera que dentro de nuestras fronteras.
Contemplo hoy con asombro una foto en la que aparece un grupo de chinos, en una pista de tenis de Pekín, aplaudiendo como locos enfervorizados tras la victoria de Rafa Nadal, envueltos en banderas españolas que, además, llevan pintadas en sus rostros. Impresionante manifestación de patriotismo español por parte de anónimos ciudadanos chinos, que exhiben con orgullo nuestro símbolo nacional, el mismo del que aquí reniega buena parte de la población.
Todos se ponen de acuerdo a la hora de sacar, lucir, exponer y pasear las banderas nacionalistas. Vascos, catalanes, valencianos, gallegos, extremeños o andaluces, tanto de derechas como de izquierdas, ondean con orgullo sus banderas en mástiles o manifestaciones, pero ¿Dónde está la bandera de todos, la nacional, esa que tantas veces vemos en la sección deportiva de los telediarios? La que ondea constantemente en el podio de todas las carreras del mundial de motociclismo. La que vemos en los campeonatos europeos y mundiales de futbol, baloncesto, balonmano, futbol sala, hockey, etc La de la fórmula I, la del tenis, el pádel o el ciclismo, esa que no tiene más remedio que ver los catalanes y los vascos. La misma de la que reniega la izquierda y que tanto les avergüenza ondear.
No nos engañemos, si esta bandera no representa a todos los españoles no es porque se la haya apropiado la derecha para lucirla en sus manifestaciones, mítines o éxitos de partido, sino porque la izquierda renuncia a ella en todos y cada uno de sus actos partidistas o en sus manifestaciones populares.
Tanto PSOE como, por supuesto, IU se identifican más con la bandera republicana o con cualquiera de las enseñas nacionalistas que con la que, se supone, debe ser el símbolo de la unidad e identidad nacional.
Si ni siquiera nos ponemos de acuerdo en la bandera, si no tenemos un himno ni creemos en una identidad ni en una historia común ¿Qué clase de estado es el nuestro?
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